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sábado, 24 de mayo de 2014

Lectura 9 y 10

Queridos estudiantes, solo deben leer y reflexionar

feliz fin de semana

“La excelencia no es un acto;

La excelencia es un hábito”

Aristóteles (344 Ac)

 

“Nadie puede cambiar a nadie”, reza cierto axioma de la vida cotidiana, lo máximo que una persona puede hacer al respecto es invitar al cambio del otro con su propio cambio.  El cambio surge de las iniciativas personales, que al recoger el sentir del otro, lo influyen y lo conducen a lograr el mejoramiento personal y colectivo.

Existen solamente dos tipos de personas: las mediocres y las excelentes. La carta a García, es un punto de partida para los seres excelentes, para los triunfadores, para los que aceptan los retos, para los que se ponen metas y las cumplen, para los que ven el futuro con los ojos de la posibilidad.

Para  ser excelente, la suerte no existe porque comprende que es un determinismo circunstancial fuera de su control que tanto para el mediocre como para él se presenta igual; solo que la persona excelente está atenta, tiene una actitud mental positiva y aprovecha las oportunidades que se le presentan.

El ser humano se caracteriza por su inusitada inventiva individual, pero cuando se trata de llevar a cabo los proyectos requeridos para alcanzar sus sueños todo parece sumirse en la oscuridad. La carta a García se muestra entonces como un derrotero para el trabajo en equipo.  Los logros, vistos así, toman el matiz del trabajo con los demás y para los demás, un trabajo que ya no es en grupos amorfos sino en equipos organizados de alto desempeño que gustan de lo que hacen, con quien lo hacen y para qué lo hacen.

La dificultad en la convivencia en empresas e instituciones, las fallas de calidad, el incumplimiento de las normas, el no obtener en el tiempo los resultados esperados, comienza por la inútil cantidad de energía que se malgasta en las rivalidades y envidias profesionales; no valoramos lo que cuenta o cuesta un error, un pendiente o un reproceso frente a la necesidad de hacer bien las cosas desde la primera vez.

Conscientes de esta realidad, los líderes y las personas excelentes son aquellas que emprenden el camino de la mejora continua para disminuir el número de errores mejorando la planeación, haciendo lo planeado, verificando lo hecho y ajustando los procesos para mejorar continuamente.

La verdadera EXCELENCIA requiere un sueño valioso, una buena idea para convertirlo en realidad, y el coraje para correr el riesgo de fracasar en el intento.

La EXCELENCIA es un arte que se conquista con la práctica y con el hábito, no porque tengamos virtud sino más bien porque hemos actuado debidamente, por ello somos lo que repetidamente hacemos.  

Ser excelente es hacer las cosas, no buscar razones para demostrar que no se pueden hacer.

 

La Carta a García nos recuerda permanentemente que:


"Es más mediocre quien tolera la mediocridad que quien la ejerce"...

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